El candil del indígena empieza a titilar y pronto se habrá de apagar, aquel buen hombre que refugio del tosco viento al indio se ha ido y vagando por los desolados e inexplorados cerros, el indio vuelve a buscar un hogar, de no encontrarlo se perderá en la oscuridad y se convertirá en el desenlace de los siglos de su historia. ¿Dónde está ese hogar, acaso ya no hay uno más?
Sólo un hombre de vigor, coraje y altruismo se atrevería a dar la mano y cargar en el lomo a los marginados, desafiando la fuerza de la gravedad y la discriminación, haciéndole revivir el espíritu el incaico, con ese espíritu con el que nuestros ancestros forjaron un imperio glorioso y quedo registrado para siempre en la historia de la humanidad, volviéndole a contar el mito de inkarri y resucitando a nuestra pachamana.
José María Arguedas Altamirano, el hombre que refugio y protegió al indígena, ese hombre valiente que se llevó hasta su muerte la carga de los marginados. No habrá nadie como él, tan excelso y admirable. Arguedas “el último literato defensor de los indígenas”. Luchó por la aceptación del indígena y la consideración de sus costumbres hasta el final.