Llega el mes de agosto en el pueblo de Cajatambo, mes de los “negritos de Cajatambo”, las voces de alegría a una festividad esperada durante un año invaden todo el pueblo. Ramiro un niño de 5 años junto a su madre Teresa, viven al frente del pueblo de Cajatambo, cada año desde lo lejos de su choza, veían la ínfima parte de la festividad, más era la intriga por ver los fuegos artificiales, que iluminaban la noche, que la de su madre por solo recordar su niñez en la celebración.
Cuando Ramiro comía con su madre, le pregunto ¿Madre, por qué no vamos a la fiesta?; su madre pensativa le dijo:
– No podemos ir, está muy lejos el pueblo y de seguro te cansarías rápido en el camino.
- Mamá, vamos, te prometo que no me cansare, yo soy muy fuerte y si quieres te puedo llevar cargando…
- Hay mi hijo, mañana en la madruga saldremos del pueblo y anda corre a dormir ya es tarde; le dijo su madre viendo el entusiasmo de su hijo.
Al día siguiente en la madrugada salieron de su humilde choza para ver la fiesta de Cajatambo. En el trayecto Ramiro se sentía cansado y su madre veía que ya no tenía fuerza, así, que se lo cargo en la espalda, motivada por volver a ver la fiesta y enseñarle a su hijo.
Luego de 5 horas caminando, la madre empezó a ver la entrada al pueblo, así que se sentó en una piedra y despertó a Ramiro, quien se había quedado dormido.
- ¿Mamita ya llegamos? Le pregunto Ramiro
- Sí Ramiro, vamos a la quebrada para lavarnos los pies y limpiarnos el polvo.
Mientras se lavaban en el río, sonó la campana que anunciaba el inicio de la fiesta, Ramiro asustado y motivado por la curiosidad a la vez, apresuro a su madre, para no perderse ningún detalle de la fiesta. Al ver que su madre se demoraba se fue solo hasta la entrada del pueblo, su madre se reía al ver alterado a su hijo.
El niño miraba desde la entrada del pueblo, queriendo ver lo que pasaba en la fiesta, de pronto al voltear se encontró con varias personas vestidas de rojo, algunos con el rostro negro y otros con el rostro blanco, unos ojos saltones y una enorme boca, la cabeza de estos personajes tenían algo brillante y muchas cintas de colores, que el viento los movía como cabellos; además estos personajes emitían un sonido de uuuhhuuuhhuhu, parecía el de un simio.
Ramiro al ver tal escena, se puso a llorar y se fue corriendo al lado de su madre, pero ella ya lo había visto ya sabía porque lloraba. Teresa le explico que ellos eran los “Negritos”, y le dijo que no llore, pidiéndoles a las personas que se saquen la máscara. Al entender lo que pasaba, Ramiro dejo de llorar y se empezó a reír.
Madre e hijo, se agarraron de las manos y juntos entraron al pueblo. El dichoso día fue el mejor de ambos, Teresa había vuelto a recordar su infancia y Ramiro había conocido la minúscula fiesta que veía desde su choza; aquel día comieron pari y locro gratis, también pudieron ver el baile de los negritos, en la noche vieron los espectaculares fuegos artificiales. Teresa le dijo:
- Ramiro ya es hora de irnos, nos iremos con el camión del señor que te hizo asustar…
- Gracias por traerme, ¿podemos volver el otro año?, le pregunto Ramiro.
- Vamos a casa hijo, le dijo su madre.
Se subieron al camión, Ramiro desde atrás veía las luces de los cuetes y escuchaba la música de la banda, al alejarse, los sonidos de la fiesta se desvanecían, pudiendo escuchar las risas como último momento.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario